En este siglo que nos ha tocado vivir, tan caracterizado por las teorías de construcción de las inteligencias o de la inteligencia y sus potencialidades, según queramos decirlo, es importante que analicemos el acto educativo desde sus distintos aspectos.
Si educar es formar y trabajar en la integralidad de la persona, desarrollar solo una inteligencia cognitiva no basta, se requiere de más, urge hacer más.
De poco sirve un inteligente pusilánime, sin carácter. De nada sirve una mente brillante dedicada al mal, tampoco un inteligente aislado, encerrado en su urna de cristal y en su egoísmo; es imprescindible por tanto, trabajar en la inteligencia y en algo más. Por ello, debemos preocuparnos como educadores de la voluntad, de las emociones y de los valores del niño que en nuestras manos busca ser hombre.
En efecto, capítulo especial merece, en el proceso formativo, el entrenar la voluntad del estudiante, ejercitarla con retos, con metas y objetivos, con triunfos y derrotas, con capacidad de respuesta y resiliencia. Es vital que aprendan a valerse por sí mismos y continuar, para ello, no hay que evitarles ni los riesgos ni los fracasos sino, hay que enseñarles a resolverlos levantándose después de cada caída.
Así, sin darnos cuenta, estaremos trabajando en pro de una mejor educación, pues aunque nunca ustedes lo hayan pensado, aprender es un acto de voluntad.
Se pueden tener los mejores profesores, se pueden estar en las mejores instituciones, leer de los mejores textos, pero si no se quiere estudiar, no se aprende. Esto explicaría a muchos padres el porqué de que pese a tantos esfuerzos su hijo no aprende y es vago.
La vagancia no tiene generalmente nada que ver con la mayor o menor inteligencia, pasa más bien por el lado de la responsabilidad y eso implica hábitos, actitudes, comportamientos y disciplina.
Trabajemos más en el carácter de nuestros hijos y alumnos, pues eso, junto a la inteligencia, los ayudará a triunfar.
Tracemos bien las canchas en la que les invitamos a crecer y tengamos siempre reglas claras que limiten con precisión las acciones de cada día.
Dr. Abelardo García Calderón