Evocar este 29 de enero el Protocolo de Río de Janeiro no implica necesariamente el recordar las generalmente sosas y aburridas clases de historia de límites, cuyo objetivo era memorizar un listado de accidentes geográficos que en cada circunstancia eran testimonio de los fracasos diplomáticos o militares de nuestros gobiernos.
Hoy lo evocamos para reflexionar sobre otro impacto fundamentalmente emotivo que provocó el protocolo.
Así es, acaso por la permanente amenaza de ser nuevamente invadidos, acaso por el abuso que nuestros políticos hicieran del tema.
Sin duda, el recordatorio del protocolo de Rio de Janeiro fue motivo permanente de ardor cívico, entusiasmo patriótico y cohesión nacional.
El Ecuador todo coreaba en cada caso: la nulidad, la inejecutabilidad, el abuso al haber sido impuesto por las armas que aun invadían el territorio, en fin, junto a las marchas, los himnos que se coreaban sobre el tema en escuelas y colegios, no podemos negar que la demanda contra el protocolo generaba patriotismo, entusiasmo cívico, nacionalismo.
Parecería que desde que se firmó la paz definitiva, allá en el gobierno del doctor Mahuad, cuando los ecuatorianos aceptamos aquello, que por otra parte, todo el mundo conocía y legitimaba, la conciencia nacional, el espíritu patrio, las explosiones cívicas se fueron debilitando hasta llevarnos a estos tiempos en que la unión de todos por el Ecuador se da solo en los juegos de nuestra selección nacional.
Es tiempo por tanto de reflexionar, de volver sobre nuestros líderes históricos, sobre nuestros acontecimientos nacionales para trabajar en el aula los sentimientos de ecuatorianidad que hoy resultan tan débiles como sutiles.
No se ama lo que no se conoce y no se ultraja a lo que se ama; y cuando vemos corrupción, atracos, desfalcos, sobreprecios y quemeimportismo, simplemente estamos viendo ultrajes a la patria y a la nación.
Seria excelente y excepcional poder decir que hemos alcanzado nuevamente una cohesión, una conciencia de ecuatorianidad a la que nos ate un lazo fuerte de nacionalismo, de identidad y de amor patrio.
Dr. Abelardo García Calderón