Luego de conocidos los resultados electorales de febrero, en las redes sociales se vaciaron las frustraciones, decepciones de muchos, quienes, según el caso, agraviaban a unos y a otros.
Dentro de toda esa maraña de notas hubo una que llamó mi atención. Decía más o menos así: “en vez de investigar tanto la ciencia sobre la inteligencia animal, debería estudiarse el porqué de la estupidez humana”, y ciertamente me hizo pensar.
Pensar, no porque no me agrade que se investigue la inteligencia de otras especies sino porque ciertamente el ser humano no se da cuenta del todo que las señales que se manifiestan luego de una votación o de cualquier tipo de decisión humana tienen que ver con la construcción que se hizo de cada una de las personas.
Los exabruptos no son lógicos, pues no analizan una vez más las causas de las acciones. Crecemos sin saber escoger lo adecuado, acaso porque es más exigente, y optamos en cada caso por el camino fácil o por la lisonja o dádiva que recibimos.
Hemos construido generaciones incapaces de utilizar la lógica, analizar y discriminar; fáciles de ser seducidas y vulnerables emocionalmente. Por ello se obtienen los resultados que hoy tenemos.
De igual manera, con lo ocurrido durante el carnaval en los distintos balnearios del país, se vuelve evidente que los adolescentes y jóvenes crecen sin normas, sin respeto, sin concepto de autoridad, y es todo eso lo que se despliega en una tarde y noche de malecón, cuando se desbordan las pasiones al calor del alcohol y acaso algo más.
Los jóvenes crecen a la buena de Dios y por eso fácilmente llegan a los desmanes, prevalecidos en sus derechos, desconocedores de sus deberes; y sin una cancha trazada claramente por la lógica, la ética y la moral, se abandonan a sus instintos y emociones.
Queremos mejorar la calidad del voto, queremos adolescentes felices, alegres, pero respetuosos y responsables; construyamos pues los escenarios de una formación disciplinada con remisión permanente de cuentas y con la clara actitud de asumir las propias responsabilidades hasta sus consecuencias.
¡Eduquemos bien!.
Dr. Abelardo García Calderón