Sin duda, una de las tareas más complejas, tanto un funcionario como para un mandatario, es la de formar equipo; pues a estas alturas de los tiempos queda claro que un solo nombre no basta y que es indispensable el acompañamiento y apoyo en la gestión. Tarea no imposible pero sí difícil, porque hay que vincular el conocimiento del área, su campo administrativo, su legislación, las propias visiones del recién entronizado y la posibilidad de gestión.
La primera tentación al analizar es la de irse por los títulos y el conocimiento, sin recordar que los cartones no hacen a la persona y que no necesariamente vuelven buen administrador de campo a quien los detenta.
La academia nos da la teoría, nos profesionaliza, mas es la experiencia áulica, en el caso de la educación, la que nos vuelve profesores.
Ojalá que el nuevo ministro de Educación sepa balancear adecuadamente la construcción de su equipo, recordando que los pedagogos, los académicos, no son los mejores en normar el día a día, pues su intelectualidad les lleva a pensar en el largo aliento, en estrategias a largo plazo y en las nuevas propuestas por las que hay que transitar; mientras que el puro docente, por solo apagar incendios de clase, acaso no tenga nociones de administrar y adelantarse a sus tiempos.
Para administrar educación, para normar sobre las instituciones educativas, los docentes, los alumnos, se requiere haber vivido las circunstancias de la clase, el relacionarse día a día con adolescentes, niños y párvulos, para, entendiendo sus realidades, sus necesidades y expectativas culturales y sociales, poder dar las respuestas legales y prácticas que se requieren.
La teoría es maravillosa, pero todos los educadores sabemos que el aula la rebasa, pues al ser viva, plantea problemas diferentes y novedosos que los libros aún no recogen, que los análisis aún no revisan; por eso, solo la academia no basta.
Necesitamos al frente gente que conozca el aula, que sepa del magisterio nacional y que, como decía el papa Francisco, “huela a rebaño”, entendiéndose a este como el alumnado que requiere un buen pastor.
Dr. Abelardo García Calderón