Quienes le dijeron al Dr. Galo García Feraud, primer ministro de Educación de la última era democrática, allá por el año 1979, que a partir del año 2000 sería muy difícil encontrar buenos maestros, no estaban para nada desacertados. Realmente la selección del educador adecuado se ha vuelto compleja, difícil, casi una gestión de aventura. Y es que quienes disfrutamos como directivos institucionales de la observación de las clases de oposición de aquellos titulados que pretenden ser educadores, no podemos menos que descorazonarnos al ver la gran mayoría de estas.
Hoy, queremos centrar nuestra atención en el parvulario, en la selección de aquellos que buscan ser profesores de nivel inicial y que entran al encuentro de los niños para su clase de demostración sin muchas nociones, que nos hace preguntar: ¿Qué nos pasa?, ¿Qué ocurre con nuestros niveles superiores que forman profesores jardineros?. Y la siguiente reflexión es cruel, pues en ese primer encuentro entre el profesor parvulario y el niño se juegan muchos valores y consideraciones que son ultra necesarios a partir de ese primer contacto.
Hoy no solo hay desconocimiento didáctico sino que nos movemos en total ausencia del sentido común; así, no es extraño ver llegar a una señorita que quiere ser docente encaramada en altos tacones o con minifalda o con vestido digno de pasarela, para trabajar con esos infantes que lo que requieren es una profesora que se siente en el piso, que participe con ellos, que les lleve entre juegos por el camino del aprendizaje.
Pero si la presencia de modelo no fuese suficiente, hay quienes no tienen idea de cómo manejar el grupo: aferradas a la pizarra, a la pantalla o a la proyección, casi asidas a estas como tabla de salvación, se dirigen como expositoras a un auditorio que las requiere cercanas, cálidas y afectivas. Moverse entre la clase, entre los niños, parecería que no cuenta; abajarse a su tamaño luce extraño y sin sentido y desde su altura pretende coordinar y motivar al grupo.
Si las nociones más grandes se aprenden en el jardín, construyamos profesores capaces de transmitirlas.
Dr. Abelardo García Calderón